Muchos prefieren una descarga eléctrica a 15 minutos de soledad
En la vida hay muchas ocasiones en que nos quedamos a solas. Puede ser por la mañana, conduciendo el coche, en la cama, disfrutando de un libro o quizás dando un paseo por el barrio. En todas estas ocasiones estamos solos pero seguimos conectados con la mente a algo que nos entretiene, como la radio del coche o nuestra lectura favorita. O incluso podemos engancharnos a nuestros pensamientos, nos guste o no. De hecho, a mucha gente no le gusta para nada quedarse a solas con sus propios pensamientos, hasta el punto que alguien preferiría una descarga eléctrica a quedarse pensando.
En una serie de 11 experimentos guiados por Timothy Wilson de la Universidad de Virginia, se pidió a 409 estudiantes universitarios que se quedaran solos en una habitación sin interacciones con el mundo externo (sin uso del teléfono) ni otras distracciones como libros o papel y bolígrafo. Solo se les pidió que estuvieran sentados tranquilos, sin más. A otros se les pidió que realizaran un plan (como organizar una cena) en ese lapso.
La mitad de los voluntarios al final del experimento reportaron que la experiencia no había sido agradable, encontrando dificultades en concentrarse puesto que su atención era incapaz de fijarse en algo concreto. Algunos que habían recibido a continuación un aparato para escuchar música o un libro, describieron la experiencia como mucho más agradable y llevadera.
El mismo experimento con distintos voluntarios dio resultados parecidos con gente de distinta edad (entre 18 y 77 años) y extracción social. En un último experimento, el 67 % de hombres y el 25 % de mujeres prefirieron infligirse una descarga eléctrica mediante la presión de un botón colocado en la habitación antes que agotar el tiempo de reflexión.
Las conclusiones fueron sorprendentes, los sujetos que más dificultades habían experimentado destacaron cómo en ausencia de estímulos concretos o incluso de sugerencias para enfocar la atención (pensar en un plan) no sabían qué hacer ni en que centrarse. Aunque muchos aman dar paseos divagando con la fantasía, el hecho de tener que hacerlo bajo presión había transformado radicalmente esta experiencia. Otros sujetos sí habían disfrutado de la situación; en particular los que en la vida eran más cooperativos y afables. Estos disfrutaron más de poder fantasear sobre cualquier cosa sin ser guiados.
La investigación concluyó que la meditación o técnicas de relajación pueden ser óptimos aliados para aprender cómo controlar el flujo de los pensamientos. Probablemente, siendo capaces de dirigir los pensamientos en una dirección más placentera, sería más fácil disfrutar de unos pocos minutos de soledad.
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