Una simple receta para vivir mejor. Párate. Sonríe, respira y disfruta

Tadasana

Vivimos en una época en la que todo gira a una velocidad abrumadora a nuestro alrededor. No nos da tiempo ni a adaptarnos a las nuevas tecnologías y cuando parece que empezamos a hacerlo, nace otra generación… Con este ritmo vertiginoso, ¿cómo no vamos a perdernos en el ayer y en el mañana? ¿Cómo podemos saborear el “ahora”, el “caviar” del tiempo?

Yo lo encontré con el yoga. Son muchos los que relacionan el yoga con la meditación, y que sólo a través de ésta podemos aprender a saborear el presente. Nada más lejos de la realidad. La meditación es ciertamente un vehículo, pero no el único. Yo llevo años intentándolo. Dicen que tenemos alrededor de 40 pensamientos por minuto, pues bien, yo triplico el número en el momento en el que cierro los ojos. Sin embargo, no hace falta cerrar los ojos para disfrutar del momento presente. Cuando haces yoga, estás tan concentrado en llevar cada movimiento al unísono de tu respiración que es imposible no disfrutar del “aquí y el ahora”. Eso cuando llevas un tiempo y tienes experiencia, claro. Al principio, sólo seguir las instrucciones para mantenerte en Tadasana (lo que vulgarmente sería “estar de pie”) parece un reto: para la ejecución de esta sencilla postura es preciso desplazar la atención a una multitud de aspectos.

Pies a la altura de las caderas. Asegúrate de que tu peso está bien distribuido en las cuatro esquinas de tu pie, creando una base fuerte. Levanta los dedos para que las piernas estén fuertes. Levanta la rótula hacia arriba. Imagina que tienes un bloque entre las piernas que no quieres que se caiga. Pon la pelvis en situación neutra, ni muy hacia atrás, ni muy hacia delante. Mete el ombligo como si quisieras tocar la columna por dentro y hacia arriba. Eleva el pecho pero no saques las costillas hacia fuera. Presiona los omoplatos en la espalda y relaja los hombros hacia atrás y hacia abajo. Brazos paralelos al cuerpo, manos fuertes y dedos estirados. Mentón paralelo al suelo. Cuello largo, como si alguien estuviese estirando de tu coronilla hacia el techo. Ojos y cara relajados, mirada hacia delante, a la altura de tus ojos. Respira.

¿Perdona? ¿Estamos locos? ¿Qué además respire? Si eres capaz de seguir estas instrucciones y estar pensando en otra cosa ¡eres un súper héroe! Siempre comparo las primeras clases de yoga con las primeras clases en la autoescuela. Cuando el profesor te dice que pises el embrague, que cambies la marcha, te fijes en el retrovisor izquierdo, en el derecho, en el de arriba, en qué señal tienes, en qué señal tienen los otros, en que mires hacia delante y aprietes el acelerador y circules con normalidad… ¿perdona?

Parece increíble, pero el cuerpo es una máquina tan bien hecha que en cuanto repetimos varias veces el mismo movimiento lo automatizamos. Y entonces, disfrutamos del paseo en coche. Y entonces, respiramos. Somos conscientes. Tenemos el control. Nos sentimos seguros. Disfrutamos del “aquí y ahora”. No nos controla ese “piloto automático” que nos impedía disfrutar del placer de conducir. No. Hemos recuperado el control de nuestra vida, llevamos nosotros las riendas. Y todo gracias a la “simple “Tadasana”, la postura de la montaña. La base para llegar a la cima de tus sueños.

Tania

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