No le des vueltas a las cosas. Ahora créate a ti mismo
¿Qué es eso que se siente cuando dejamos de darle tantas vueltas a las cosas? Cuando decidimos no preocuparnos tanto y al levantar los ojos, un atardecer radiante arde frente a nosotros haciéndonos sentir escalofríos de lo pequeños que somos, de lo vivos que estamos. Has vivido esos momentos en los que nada más tiene sentido, nada más que el brillo del sol sobre el mar, nada más que la fila de hormigas atravesando el parque. Momentos que son como chispas infinitas que hacen danzar lo que percibimos en miles de sensaciones por nuestro cuerpo, como al acariciar a tu hijo por la mañana o como la inspiración que electriza tu columna cuando tienes una gran idea o simplemente cuando el tiempo se suspende al estar dibujando, pintando, cantando, siendo uno con lo que eres y haces… y el diafragma se te expande cuando recuerdas algo que te hace reír.
¿Por qué no aceptar esa sensación de infinito que nos da una certeza de que la vida es enorme, grandiosa, radiante?
Y que no está ahí afuera, ni aquí dentro, sino en todo.
Puedes llamarlo universo, dios, energía, inspiración, naturaleza: no interesa por completo la definición. Por qué enredarnos en tontas reglas y formas en lugar de simplemente reconocer que no sabemos qué, pero sentimos tantas ganas de conectar con esa fuente creadora de todo lo que hay. Vivir inspirados, creativos, radiantes, sintiéndonos poderosos, compasivos, creadores. Hay miles de universos de posibilidades y eso que todo lo que percibimos es un porcentaje muy reducido de toda la energía que hay aquí mismo, allá fuera en todo, atravesando todo, siendo todo.
¿Por qué le damos vueltas a las cosas?
Por qué estamos tan absurdamente distraídos, preocupados, miedosos, tensos… por qué no volver a ser como cuando éramos niños y no teníamos miedo a las cosas, no nos interesaba quien nos miraba, si queríamos hacer algo lo hacíamos espontáneamente. Si queríamos decirle algo a esa niña, a ese chico, listo hablábamos, si no había ningún juguete jugábamos con hojas, piedritas, hormigas, cogíamos barro y nos echábamos caracoles por la cara. Saltábamos a la piscina y al lago, aunque luego tenía que meterse alguien a salvarnos, hacíamos lo que sentíamos sin censura. Expresándonos por completo. Era simplemente qué sentíamos y hacer, pensar algo y listo, a la acción.
¿Cómo impulsar el cambio?
¿Cómo volver a que esa esencia ingenua, inocente y expresiva se complemente con toda la experiencia, conocimiento y madurez que tenemos?
¿Cómo lograr llevar nuestra atención a ese estado de balance, en que expresarnos desde nuestra intuición, con inteligencia y conocimiento, ser tan inspirado, feliz, apasionado, expresivo, es algo natural?
¿Cómo conseguir que nuestra sola presencia inspire al mundo a expresarse de la misma forma, para vivir con mayor libertad, creatividad e intensidad?
Basta con mirar lo que nos rodea, lo que nos inspira.
El yoga, en sus mil variantes y formas nos enseña algo básico: tu respiración une tu mente/cuerpo con el universo. Al ser concientes de nuestra respiración, al bajar nuestro ritmo y vivir presentes, nuestros sentidos se aquietan y entonces todo lo mundano nos comienza a parecer mágico, porque en cierta forma es así.
En muchos momentos salimos al mundo con una máscara, a gritarle al mundo lo asqueroso que es. A escupirle a la vida la mierda que sentimos. Culpamos a todo el mundo. Pero en otros momentos todo es perfecto, vemos tan claramente que la gracia divina de la vida es perfecta.
Polaridades, extremos, divisiones.
¿Cómo encontrar un estado de balance en el que seamos quienes somos, no quienes debiéramos ser, sino lo que somos realmente, lo que sentimos en cada momento de manera íntegra y espontánea, entregados, libres sin miedo?
Créate a ti mismo
Las personas con más éxito en la vida, las más admirables e incluso las más poderosas están todo el tiempo creándose a sí mismas, invirtiendo en sí mismas, haciendo lo necesario para que todo lo que salga de ellas sea maravilloso, poderoso, creativo, excitante. Y luego simplemente se relacionan con la vida, con la gente que les rodea, los proyectos en los que están, sus ideas y comentarios son geniales, pacíficos, reveladores, divertidos, trascienden el pensamiento común, crean nuevas tendencias. Y todas ellas están entregadas a lo que son y a lo que hacen, cuidan y desarrollan una psicología contundente, un estado físico saludable, que todos admiramos. Y esto puede generar dos cosas: inspirarnos a desarrollar nuestra persona, nuestro potencial único para sacar lo mejor de nosotros mismos o sentir que no somos tan afortunados de tener el potencial que ellos tienen.
Pocos nos damos cuenta de todo lo que podríamos ser y hacer porque nuestras creencias nos lo impiden, nos limitan; entonces admiramos lo que vemos fuera, lo que brilla; vivimos a través de cantantes, estrellas de cine, futbolistas, profesores de yoga y ponemos todo el peso de nuestras vidas en lo que hacen esas personas.
Deja de buscarte a ti mismo. Empieza a crearte a ti mismo.
Vemos a personas que están despertando y vemos que la realidad es nuestra propia proyección y que el mundo es un lugar donde podemos crear y crearnos. Donde podemos ser nosotros mismos; sentir eso con certeza otorga tremendo poder mental, ayuda a liberar muchísima tensión y confiere seguridad. Y si nos dedicamos con amor, con pasión a lo que somos, a expresarnos de manera radiante el mundo nos va a reflejar grandeza, abundancia, energía, belleza, aceptación.
El mundo, la vida, necesita a gente que ame lo que hace, que ame lo que es porque es una de las únicas maneras de vivir con empatía y comprender a los demás. Dejen de sentirse separados: negro, blanco, rojo, amarillo, chino, ruso, europeo o americano. Cuando vivimos nuestra vida en ese estado de certeza vemos la diversidad pero nos reconocemos en la unidad.
Cuando estamos en ese estado de presencia, de respiración profunda, de mente clara, de cuerpo relajado, de corazón feliz es como si estuviésemos flotando, reconociéndonos en las personas alrededor del mundo. Es como si el pasado y el futuro se hicieran uno con el presente y dejáramos de pensar y sentir mecánicamente, reconociendo que cada pensamiento, cada acción tienen un impacto en el mundo al tomar el poder de nuestra vida. Reconocemos que podemos plasmar en el mundo nuestros pensamientos y hacer de cada acción, nuestra mayor obra de arte.
Somos poderosos y valemos tanto como cada vida en este universo. Ponte de pie, firmemente. Siente tus pies, la base de tu cuerpo sosteniéndote firmemente. Inhala y alarga tu columna milímetro a milímetro, vertebra por vertebra y expande tu pecho. Firme, sin rigidez.
Exhala. Da una pisada firme al piso. Vamos, con fuerza.
Deja que la tierra sienta tus pasos, descubre tú mismo la firmeza de tus pasos. Inhala profundo, otra vez, pisa, una y otra vez, siente la fuerza de tus pisadas, que no tiemblen.
¿Aún no sientes tu poder?
Exhala y ajusta el abdomen, cierra los puños, grita tan fuerte que te duelan las entrañas. Por una sola vez como si fueses la persona más salvaje en esta Tierra, siente que no tienes límites, que tienes el control de tu pasión, que el fuego de la vida se mantiene intacto dentro de ti. Exprésate sin pensar, sin control, que tu intención sea sentir tu energía.
Poco a poco ve relajando el cuerpo, bajando el ritmo de tu respiración, suelta los puños y siéntate cómodamente o recuéstate boca arriba y disfruta de estar contigo en silencio, en calma. Lleva tu atención a ese estado de calma y presencia y enfócate en los sentimientos que estás experimentando, en los pensamientos que llegan a tu mente, simplemente respira largo y profundo, sin juzgar, sin controlar. Ahora puedes formular un compromiso: crear tu propia vida.
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