Poner orden en casa, de una vez para siempre

Crear Espacio. Casa nueva, vida nueva

Si pienso en mi hogar ideal me imagino un espacio enorme, lleno de luz y apenas ocupado por cuatro o cinco cosas, pura armonía, pura paz, flores frescas y todo limpio y niquelado… una casa de esas que vemos en las revistas de arquitectura y decoración. Minimalismo que transmite paz.

Si pienso en mi apartamento de 55 metros cuadrados (o más bien el que solía ser) la primera asociación que se me ocurre es un tenderete del Rastro madrileño, una almoneda llena de cachivaches, atestado de montones de cosas en cuyo fondo se oculta quién sabe qué, un desastre, vaya.

Había intentado poner en orden mi casa cien veces (o mil) y había fallado 99 (o 999 o 999.0000). Pero llegaron mis mellizos y el síndrome del nido.  Y llegó el momento de hacer las cosas con método. Y funcionó.

Hubo que documentarse primero: existen montones de tratados orientales sobre feng shui y textos budistas sobre la trascendencia de la limpieza y el mejor método para afrontarla… Hubo que afrontar cambios radicales. Y fue tan eficaz que hasta escribí un libro (que puedes gentilmente comprar aquí)

En Crear Espacio (ed Plataforma) lo que cuento es lo que concibo como estrategia infalible para el orden definitivo. Y eso pasa por un comienzo, un poco dramático, en que asumes la tarea, no necesariamente dolorosa sino más bien reveladora y muy gratificante de tirar todo lo que te sobra. Y cuando digo todo me refiero a todo. Todo.

Para eso, y tras airear, vas a tener que poner la casa patas arriba para enfrentarte a todas y cada una de las cosas que posees y ver si de verdad las quieres o más bien no. Y verás cuántas cosas tienes que no recordabas. Y qué ligero quedarás cuando te las hayas quitado de encima.

El truco es tirar por categorías y no por espacios (tirar primero la ropa y no lo que haya en el armario de la entrada) para comprobar redundancias y preferencias. Pongamos, por ejemplo que nos enfrentamos a la ropa. Hay que buscar toda la que tengamos, en cualquier sitio que la tengamos (armarios, sinfonieres, cómodas, altillos, canapés, maletas, trasteros…) hacer un buen montón en el sitio que más moleste (que no podamos postergarlo) e ir decidiendo, pieza a pieza, si queremos conservarla o no. No vale pensar, para cuando adelgace, para cuando vuelvan a llevarse las patas de elefante, para fiestas de disfraces… hay que reconocer si nos aporta o si nos sobra. Y tirar sin clemencia lo que es  solo lastre.

Hay muchas trampas que nos encadenan a objetos que pesan y no nos hacen más felices (la trampa de la nostalgia, la de la familia —es que me lo regaló no sé quién—, la trampa de los pijamas y esa ropa de andar por casa que está en realidad para tirar, la de los rincones ocultos) pero es más fácil ordenar cuando la redundancia de artilugios es mínima o inexistente.

Así que manos a la obra y empieza por aligerar. Enseguida te cuento (en otra entrada) los trucos para que lo ordenado permanezca así, en orden apacible, sin apenas esfuerzo.

Ana

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