La asana, mucho más que una postura
Trabajando sobre mí, en mis sesiones de yoga en solitario y dando clase como maestro, he tenido la oportunidad de conocer las reacciones que las diferentes asanas provocan a lo largo de la práctica.
Para «evolucionar» hay que buscar, entender y profundizar este Vichara (estudio, observación). Con el tiempo aumentará la precisión y la corrección, y, en consecuencia, la acción de la asana en el cuerpo y en la mente será siempre más incisiva.
El papel de la observación en la práctica de la asana
El desarrollo de la observación y percepción ofrece al practicante una conciencia cristalina en la mente y una profunda estabilidad corporal.
Al enfrentarnos con una asana nueva, o tan solo intentando pulir una que ya damos por conocida, es necesario romper la barrera que delimita la zona de confort en la que estamos asentados. Cuando después del justo tiempo la postura estará controlada, esta energía puede ser disfrutada en otra manera. Se notará que la mente se ralajará y automáticamente se activarán los órganos vitales y la totalidad de la estructura corporal incluido el sistema esquelético. La unión del esfuerzo, concentración y equilibrio a lo largo de la sesión nos devolverá inevitablemente al momento presente (una experiencia poco frecuente en el mundo actual). Esta «vuelta a la realidad» tiene el doble beneficio de fortalecer y de purificarnos:
- físicamente, manteniéndonos sanos, flexibles y entrenando la musculatura de una manera armoniosa
- mentalmente, limpiando nuestra conciencia de pensamientos estancados y prejuicios
Una asana no es tan solo una postura
La representación externa de las asanas, difícilmente expresa correctamente y enteramente su verdadera esencia. Esto es porque somos los unos diferentes de los otros, y cada cual expresa unas pocas o solamente una de las infinitas facetas de una misma asana. Tanto que algunos piensan que una asana nunca debería fotografiarse porque una imagen diluye siempre la verdadera esencia de la postura y no trasmite la experiencia mental. Las posibilidades son infinitas, y considerando que hay una multitud de asanas (y sus correspondientes variantes), los practicantes de cualquier nivel se encuentran a afrontar siempre nuevos desafíos para el cuerpo y la mente. ¡Así que es fundamental practicar y practicar!
Con el tiempo se va entendiendo que la madurez en la práctica no se demuestra haciendo posturas siempre más complicadas, si no en la calidad de nuestra actitud interna, la que ponemos en la ejecución de un «simple» Tadasana. La madurez interior se puede manifestar manteniendo un rostro y una garganta relajadas y una respiración ligera y fluida a pesar del esfuerzo y tensión para mantener la asana: la fatiga física entonces no provoca más tensión psicológica. Todo esto nos permite permanecer en la postura de manera más meditativa que física. En definitiva, aprendemos a permanecer tranquilos sin reaccionar negativamente al estrés con tensiones dañinas e inútiles, también en nuestra vida cotidiana, en las relaciones interpersonales, en el trabajo y ampliando nuestra visión del mundo.
Y poco a poco llegaremos a controlar nuestros instintos automáticos y a reaccionar positivamente gracias a la semilla que fuimos plantando meses antes en nuestra práctica.
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