Trucos para lograr verticalidad en la postura de meditación

Postura de meditación

Cuando estás meditando, es importante encontrar y mantener la inmovilidad del cuerpo. En realidad, tener un cuerpo firme y bien erguido hace que se logre una postura estable como una roca e inmóvil. Pero la falta de entrenamiento, y me dirijo a los practicantes que llevan poco tiempo asomándose al mundo de la meditación, podría generar no pocas dificultades.

Hay meditaciones que es posible efectuar tumbados. En este caso, buscar y encontrar la inmovilidad es más fácil. El cuerpo está descansado y no hace falta ningún esfuerzo para quedarse quieto. Los problemas aparecen cuando la la meditación se desarrolla en la postura de sentado, en una posición sencilla de piernas cruzadas o en la más exigente postura del loto. El cuerpo, sujeto a la fuerza de gravedad, tiene la tendencia a encorvarse hacia delante. Los hombros se acercan y el pecho se contrae, la espalda se encorva y la posición de la pelvis se desvirtúa. Asimismo, la cabeza empieza a bajar por su propio peso y en vez de tener una alienación que inspira fuerza y firmeza, la expresión final es la de un practicante abatido y cansado. Decaído y mohíno.

Cómo mantener la verticalidad de la postura

¿Qué hacer entonces para conseguir una postura estirada y vertical? Aparte saber sentarse y utilizar herramientas que vienen al caso como cojines o asientos específicos para la meditación, el truco está en la atención. En las prácticas de meditación hemos visto en más de una ocasión cómo la atención en los acontecimientos físicos y psíquicos es la clave para centrar la mente y no dejarse arrastrar por los eventos. La misma atención, entonces, es necesario dirigirla a la posición del cuerpo en el espacio en todo momento.

Llevando atención, desde abajo hasta arriba, a la pelvis y a la rotación de la cadera, a la curva lumbar y dorsal, a los omóplatos y hombros, a la cervical y finalmente a la cabeza, es posible saber en todo momento dónde estamos y hacia dónde nos estamos dirigiendo. Un cuerpo poco entrenado y con una musculatura dorsal poco desarrollada, tendrá más predisposición al cansancio. Entonces poco a poco el poder de atracción del suelo irá ganando. El primer paso es darse cuenta. Hay que observar el cuerpo constantemente para saber qué está ocurriendo en ese nivel tan básico.

“Me estoy agarrotando, y estoy en el medio de una meditación. ¿Qué hago?”

Cómo corregir una postura desvirtuada

Si te das cuenta, demasiado tarde, de que tu espalda se ha vencido hacia delante y estás en el medio de una meditación, hay algo bastante obvio que puedes hacer. Corrige la postura, anulando sus defectos y volviendo a la posición recta inicial. Pero no lo hagas de cualquier manera. Transforma la corrección de ese error en un acto meditativo, con plena consciencia y atención. Entonces ve estirando tu espalda gradualmente, con micro-movimientos. De una manera imperceptible coloca la cadera, enderézate y vuelve a abrir los hombros, saca pecho y alinea tu cuello y cabeza. Un observador externo que estuviera prestando atención a tu postura, no detectaría ningún movimiento. Estírate lentamente, y lentamente vuelve a adueñarte de tu cuerpo.

La atención para no desvirtuar la postura de meditación es parte de la práctica. El acto de corrección de una mala postura hecho con plena consciencia, lenta e imperceptiblemente, es una meditación dentro de la meditación. Una oportunidad más para sondear nuestra capacidad de percibir los cambios mínimos y aumentar nuestra sensibilidad.

Mirko

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