La calle, sitio perfecto para poner a prueba tu paz interior
Cuando paseo por las calles de mi ciudad no puedo esconder mi asombro al ver todo tipo de trasto imaginable tirado por la acera. Y cuando digo «todo tipo», de verdad que entiendo de todo. No se trata de cigarros —he sido fumador, sé que no es fácil encontrar un sitio donde tirar la colilla sin provocar un incendio— o cacas de perro. Tampoco se trata de chicles, envoltorios de chicles, billetes del metro o recibos del cajero.
Espero que no pienses que soy un quejica. Al final me he acostumbrado a zigzaguear entre bolsas de basuras tiradas, cristales de botellas y cacas; y lo más importante, sin cabrearme. Pero me pregunto qué pensarías si encontraras un pañal de bebé medio abierto y bien cargado o un Tetra Brik o hasta bolsitas llenas de caca de perro olvidadas en el medio de la acera (querido dueño del perro, aprecio que recojas los excrementos, pero falta un último esfuerzo. Tú puedes). ¿Y qué pasa con los que tiran la basura desde la ventana en el medio de la calzada? Juro que mi vecina lo hizo, y no creía a mis ojos.
Quiero contar esta anécdota que me ha referido un familiar; me ha impactado tanto como para escribir estas líneas. Él estaba andando por la acera detrás de una joven con la que presumiblemente era su madre. De pronto la mujer perdió un papel. Podría haber sido algo importante; un documento, quizás. Y lo que mi familiar hizo, con educación y con el propósito de ayudar o resultar útil, recogió el papel que podía haberse deslizado por el cierre de la bolsa de la transeúnte. Lo recogió y aceleró el paso para alcanzar a la pareja.
—Disculpe, creo que este papel es suyo, lo acaba de perder —dijo, a la vez que le tendía la hoja.
—Bueno, en realidad sí, pero no lo necesito. Lo acabo de tirar, gracias de todas formas —respondió la mujer con sarcasmo.
—Entiendo; entonces no hay problema si lo tiro a la basura, ¿de acuerdo?
—La verdad es que no me importa. Déjelo en el suelo. Al menos mantendremos el barrendero ocupado haciendo algo —replicó la mujer con insolencia justo delante de su hija.
La calle es el sitio perfecto para poner a prueba tu paz interior.
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