Cuando practiques yoga, abandona tu ego

Cuando practiques yoga, abandona tu ego

El practicante que se inicie en el yoga con experiencias previas en otros deportes, suele traer conocimientos ventajosos pero también perspectivas que no encajan en el mundo del yoga ni son recomendables. Me refiero a un componente innato en el ser humano y enfatizado por las actividades competitivas: el agonismo. En la mayoría de los deportes existe un componente de superación que alimenta la motivación, como en el fútbol, el baloncesto, el ciclismo, la natación y en todo el que implique el sentimiento de lucha para vencer al oponente y ganar un título, una competición.

El sentimiento de agonismo, o espíritu de lucha, no tiene vida larga cuando uno decide dedicarse a la práctica del yoga, porque no hay nadie a quien ganar y el instinto de superación está más bien dirigido hacia uno mismo, para alcanzar situaciones nuevas cada vez que se progrese en la práctica. Durante una sesión de asanas, sería bien ridículo mirar al compañero de la esterilla de al lado para ver hasta que punto lleva una flexión o un estiramiento e intentar competir. Esto no quiere decir que uno no pueda observar cómo otros practicantes ejecutan una asana, pero esto debería ser para entender la interpretación de la postura y nunca para competir, o copiar lo que otro está haciendo.

La lucha contra el ego en la sesión de yoga

En la práctica consciente del yoga, centrada en la respiración y en el equilibrio del cuerpo, no suele quedar mucho tiempo para curiosear lo que otros están haciendo. Sin embargo a cualquiera se le ha ocurrido pensar, echando un ojo al practicante veterano: «a ver si puedo». En estas situaciones, es conveniente recordar que:

  • Replicar lo que hace otro puede ser causas de lesiones. No se debe llevar el cuerpo a situaciones que distan mucho de lo que es natural y apropiado. En la práctica, lo que cuenta es la intensidad de la acción, pero solo y siempre sin llegar al dolor. Al alejarse de lo que nuestro cuerpo da de sí, es fácil incurrir en estirones, agarrotamientos y problemas que luego lleva tiempo recuperar. Si sales de una sesión de yoga peor de cómo has entrado, algo has hecho mal.
  • El ego no puede guiar el desarrollo de la sesión. La única guía que nos llevará siempre en la justa dirección es la respiración. Solo escuchando el ritmo de la respiración y ejecutando toda práctica acorde al flujo de aire que inhalamos y exhalamos será posible hacer un buen yoga, sano, íntimo y seguro.
  • No hay que mantener una postura hasta que el maestro pase a dirigir la siguiente. No, no es necesario. Un buen maestro siempre recomendará mantener una postura el tiempo que resulte cómodo. No es obligatorio entonces ser el último en abandonar una postura, el tiempo que se quedará uno es el resultado de la conversación de nuestro cuerpo con la mente, no hay más interlocutores.
  • Repite una asana el número apropiado de veces (el saludo al sol, por ejemplo). El maestro da una indicación en línea con el progreso general de la clase. Pero la sabiduría del practicante será la clave para entender cuál es el número correcto de repeticiones.
  • Estira y flexiona hasta donde no te duela. La intensidad de una práctica es lo que hay que conseguir pero sin llegar al dolor. Para entender dónde se sitúa tu límite, hay que avanzar muy despacio, sin prisa, escuchando tu cuerpo.

En el yoga lo que acompaña el desarrollo de la clase es la respiración y la observación de lo que ocurre en los músculos y tejidos. El instinto de superación personal no es el que caracteriza a las otras actividades físicas. No hay listones contra que medirse, no hay tiempos, no hay comparaciones. La superación personal es aquí algo muy sutil.

Llevamos años bombardeados por los medios sobre el instinto de superación; las marcas de ropa deportiva nos han servido imágenes de desafíos épicos. Los futbolistas son dioses, aniquilar al otro es la filosofía. En el yoga no es así, ahí estás tú contigo mismo.

Mirko

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